Palma de Mallorca, 1957
La pintura de Rafel Joan representa lo que le circunda con gran riqueza cromática y luminosidad. Horas de contemplación, permiten al pintor adentrarse con mayor profundidad al entorno. Desestructurando la textura y disolviendo la apariencia que el ojo a simple vista recibe, la obra termina por relacionarse con la abstracción, transitando de lo concreto a lo abstracto. Imágenes hipnóticas llenas de detalles en las que lo que interesa es la visión misma.
De esta forma, Rafel Joan se ha convertido en el pintor mallorquín de luces y movimiento, de la transitoriedad de lo natural.
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